No obstante, en los casos más graves, en adultos y adolescentes, no hay tratamientos sólo ortodónticos que puedan hacer crecer la mandíbula o disminuir el tamaño del maxilar superior. Por lo que la cirugía o la intervención, combinada con la ortodoncia, serán las claves del éxito del tratamiento. 

En el caso de los pacientes que cuenten con problemas únicamente dentales y quieran corregir su oclusión, la ortodoncia será el método más efectivo. En cambio, para aquellos que tengan una buena oclusión, pero tengan el mentón retraído, la cirugía de mentón será la opción más acertada. 

Ahora bien, cuando la persona sufre problemas  respiratorio más graves, aparte de estéticos, como es la apnea obstructiva del sueño, la intervención es lo más adecuado, combinado  con un tratamiento ortodóntico posterior. 

Existen  dos clases de cirugía distintas: la monomaxilar y la bimaxilar según modifiquemos uno u ambos maxilares. 

Con estos dos tratamientos distintos,  obtenemos también diferentes resultados. En general la cirugía monomaxilar soluciona el problema de la malaoclusión dental y conlleva cambios faciales menores que en la cirugía bimaxilar.  Por un lado, avanzamos la mandíbula, para poder rectificar la incorrecta posición de los dientes inferiores y del mentón, que se encuentran retrasados en relación con el resto del rostro. Por otro lado, modificamos la mordida abierta que aparece cuando los dientes superiores e inferiores no encajan bien ante el cierre de la boca, dejando un espacio abierto en la zona anterior. Y, por último, subsanamos la asimetría mandibular, es decir, la posición errónea entre el mentón y los dientes, al desviarse este hacia un lado. También podemos ensanchar el paladar , abriendo así más la vía aérea y solucionando mordidas cruzadas.